
Confirmado: somos cada vez más pobres.
Concretamente un 2,4% más que el año pasado por estas fechas. La cifra del Índice de Precios al Consumo Adelantado (
IPCA) acaba de arrojar otro saco de pesimismo sobre las ya cargadas espaldas de los ciudadanos de a pie. Porque, no tengo duda, lo peor es eso. Está claró que las cifras no engañan y son fiel reflejo de la realidad: de confirmarse el dato, significaría que un mileurista tiene 24 euros menos para gastar al mes. Eso es una salida al cine con palomitas y refresco junto a su pareja. O, multiplicado por 12 meses, una escapadita de fin de semana a un hotel rural o a la playa. Es ese el problema, que cada vez sentimos que podemos hacer menos con nuestro dinero y que trabajamos para nada. Y se crea psicosis, "esto está falta", "adónde vamos a llegar", "nunca se había visto algo así". La gente gasta con menos alegría, los bares ponen menos cañas y las tiendas venden menos ropa. Una auténtica espiral que al final llega a todos los sectores y que se concreta en forma de despidos masivos. Por eso urge pararla. Y no hablo de inyecciones de dinero sino de grandes chutes de optimismo a base de reactivación del tejido industrial y de nuestro más grande tesoro: el turismo.
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